De Moravia a Bohemia en tren
Cojo el tren de nuevo y esta vez me voy más lejos, me voy de Moravia a Bohemia. Me dicen que estoy loca, que voy a pasar más tiempo en el tren que en la ciudad pero a mí me da igual. Solo tengo dos días y medio para recorrer 500 kilómetros en tren, de punta a punta del país.
Me subo en los trenes con el entusiasmo propio de una niña que se va a montar en una de sus atracciones favoritas. Y es que no es para menos, los trenes cuanto más antiguos, más me gustan. Déjalos que vayan lentos, no hay prisa… Ya me encargo yo de radiografiar la estampa que ofrece la naturaleza por la ventana.
El trayecto me lleva más de siete horas y hago varios transbordos. No me importa y asomo la cabeza por la ventana, respirando el aire fresco que me brinda este país.
De Ostrava salgo a las 14.00, llego a Praga en tres horas y algo y el siguiente tren me lleva a Tábor en dos horas.
Sur de Bohemia: Tábor
Tengo escasos 40 minutos para ver Tábor hasta el siguiente tren así que decido entrar y echarle un vistazo a la ciudad, ¿quién sabe? No sabía nada de la ciudad y eso le daba más emoción al asunto. A veces me gusta entrar en las ciudades y robarles su fragancia, como si fuera una ladrona de esencias. A veces me gusta echar un vistazo rápido a una ciudad, entrar como una aventurera rauda, oler el ambiente, sentirlo y guardarlo en un frasquito, como si de un perfume se tratara.
Lo curioso de esta ciudad es que durante un año los husitas radicales (religión reformista mayoritaria en el país) establecieron una sociedad comunitaria en la que no existía la propiedad privada y se rechazaba cualquier jerarquía religiosa. Pero por lo visto a alguien de arriba no le merecía y no duró mucho.
En el centro la protagonista es la Plaza de Zizka (Žižkovo námesti), que debe su nombre al principal líder militar husita cuya estatua se erige en plena plaza.
Y es que la ciudad debe su nombre al monte bíblico de Tábor, donde tuvo lugar la transfiguración de Jesús según los Evangelios (algo que no había oído nunca).
En la plaza también se encuentra la iglesia Proměnění Páně na hoře Tábor a la que el atardecer, le sienta muy bien.
A mí entrar en esta plaza me da paz, tranquilidad. Doy un paseo por sus calles entrelazadas, sinuosas y sonrío. Voy con paso lento pero decidido, teniendo en cuenta que tengo que volver, el tren me espera. Monto, bajo y vuelvo a montarme.
Último tren a Český Krumlov
Ya de noche me monto en el último tren, uno de dos vagones escasos y escucho «Vamos, señorita» frase que no se suele escuchar mucho en este país…
Me sorprendo y me fijo en los tres chicos que acaban de entrar gritando al vagón. Se sientan detrás de mí y uno de ellos sigue hablando en español. Le pregunto ¿hablas español? (aunque era un poco obvio) con cara de sorprendida y esbozando una sonrisa y me sonríe con entusiasmo a la vez que contesta «viví allí durante dos años». Y ahí empezó todo.
Iban claramente de fiesta y a pasárselo bien. Me ofrecieron beber absenta o no me acuerdo qué y aunque yo estaba un poco escéptica bebí un trago. Todo el vagón nos miraba pero a nosotros nos parecía dar igual.
—¿Dónde te vas a quedar en Český Krumlov?
—En ningún sitio, seguramente duerma en la estación. Mañana me encuentro con unas amigas que están haciendo el mismo voluntariado que yo pero al oeste.
—¡Qué dices! ¡Vente con nosotros, hemos quedado con unos amigos allí!
Ale, ya tengo plan… Y estas cosas que pasan cuando viajo y dejo que el destino me guíe. En una hora sin saber cómo estaba en un bar típico bebiendo cerveza de la zona con un grupo de veintitantos checos. Y después nos vamos de fiesta ¿por qué no? (de hecho cuando vi la estación de tren a oscuras me di cuenta de por qué el destino me había mandado a estos chicos).
La noche se acabó y casi al alba me dijeron que me fuera con ellos al camping, que había sitio en sus tiendas de campaña. Ahí me ves, con los pies de un checo rubio de dos metros a mi izquierda y con los ronquidos de una dama a mi derecha. Me daba igual, caí rendida.
A las 8 me levanto, les dejo una nota dándoles las gracias y me voy andando al centro. El camping queda atrás, en un lugar estratégicamente bonito que parece esconderse en la naturaleza.
Casco histórico de Český Krumlov
La ciudad me sonríe al fondo y yo no aguanto, quiero conocerla ya, sin presentaciones. Me encuentro con Sandra y Faiza, una colombiana y una argelina que acabo de conocer en persona y que estaban haciendo el mismo voluntariado en la otra punta del país y nos vamos a explorar la ciudad juntas.
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Český Krumlov es una ciudad imprescindible en una visita al país checo. Ciudad idílica, de cuento en el que el medievo se quedó intacto en sus paredes para transportarnos a otra época. En el casco histórico, que parece ser toda la ciudad, encontrarás más de 300 monumentos históricos protegidos. Y es que Český Krumlov es elegante, gloriosa y nada discreta en su belleza.
El río Moldava encierra armoniosamente al castillo medieval desde donde se obtienen las mejores vistas de la ciudad.
La gente baja el río en canoa, en barcas e incluso en colchoneta. Hay algunos que se lo montan muy bien y van con el picnic y las cervezas dentro ¡eso sí es ir preparado!
Una vez arriba se puede visitar la torre y ver el palacio, los jardines barrocos y el teatro, uno de los mejores conservados del mundo. El complejo merece que lo pasees con detenimiento, observando cada rincón, cada mirador que te da otro punto de vista sobre la ciudad.
Si Cesky Krumlov ya era bonita de día, de noche se pone su traje de gala y sale a pasear, la muy coqueta. La ciudad sigue viva de noche, despierta e iluminada.
Es domingo y me tengo que ir. Me espera un largo viaje de vuelta pero me lo tomo con tranquilidad y sigo parando en el camino. České Budějovice está a unos 45 minutos y decido pasar el tiempo de espera al siguiente tren observándola.
České Budějovice
La ciudad fue construida para servir de fortaleza para proteger el sur de Bohemia pero hoy en día la fama de esta ciudad se la lleva, cómo no, la cerveza y es que la Budweiser Budvar se produce aquí.
El centro se encuentra en muy buen estado; con casas medievales, renacentistas y barrocas. La Plaza Přemysla Otakara II (Náměstí Přemysla Otakara II) que preside la entrada viniendo desde la estación, es una de las plazas más grandes de Europa Central y es donde reside el ayuntamiento y la Fuente de Sansón.
A la Černá Věž (la torre negra) se puede subir para ver las vistas de la ciudad pero como es domingo está cerrado así que sigo mi camino.
Y paseando por sus calles al volver, me encuentro con este cartel:
Y es la mejor forma de la que me podía despedir de esta zona, con la seguridad de que vaya donde vaya, cualquier sitio es bonito si lo vemos con buenos ojos.
Vuelvo al campamento de verano donde sigo con mi voluntariado dando clases de inglés y español a niños y adolescentes pero aquí no acaba República Checa… ¡ni mucho menos!
Si te perdiste la zona de Moravia, te invito a leer:
Y recorriendo Kunčice pod Ondřejníkem: un paseo mágico por las montañas checas
Maravillosa reseña. Hace no mucho estuve en República Checa y aun sigo bajo la impresión de Český Krumlov. Qué ciudad de cuento! Admirable el recorrido que hiciste en tan poco tiempo. Gracias por inspirarnos a viajar más! Saludos
¡Hola, Kim!
Síii, la verdad es que sí. Es un lugar de ensueño.
¡Gracias a ti por tu comentario y un abrazo!