Aquella vez que me robaron todo
Probablemente esta sea la entrada más triste y sentimental que he publicado. Ya tenía preparada una entrada sobre Cusco, una ciudad que nos encantó y de la que no nos queríamos ir, pero algo se nos cruzó por el camino. Algo llamado vida, algo llamado cosas que pasan cuando viajas. Una mano muy larga y perversa se me acercó, como muchas de las que hay cuando te enfrentas a un país que no conoces y a otras normas a las que no estás acostumbrada.
Sí, me robaron por primera vez en mi vida. Quien me conoce sabe que tengo obsesión por tener todo controlado, por llevar todo encima y nunca dejar las cosas desatendidas. Después de haber visitado sola 30 países, de haber ido de noche en buses en lugares perdidos de la India, de meterme por callejones de Manila y de sobrevivir en Caracas, pasó de la forma más tonta que podía pasar: por confiarme.
Y Latinoamérica no es un continente para confiarte, no puedes ir mirando las maripositas y detenerte a contemplar la belleza en las grandes ciudades, como yendo en otro mundo paralelo, NO. Puedes hacerlo pero teniendo un ojo puesto en la belleza y otro en la maldad que pueda venir.
Lo peor es que todo eso yo ya lo sabía. Pero, ¿cómo te van a robar en un bus nocturno directo, lleno de familias con niños? Vaya ilusa, vaya idiota. Me confié por primera vez en mi vida y lo pagué muy caro.
De madrugada descubro al coger una manta para taparme del frío que mi portátil, cámara, dinero y pasaporte no estaban. Me habían robado a lo grande. Entre remordimiento, rabia e impotencia me dirijo al conductor para decírselo y él, no muy sorprendido, me dice que parará en la próxima comisaria que encuentre para que puedan bajar a todo el mundo y registrarlos.
Son dos horas interminables en las que pienso en lo inconsciente que he sido por no llevar el dinero en mi cuerpo, como hago siempre. Y el pasaporte, ¿qué coño hacía en una mochila aparte en mis pies, he nacido ayer o qué? La rabia invade todo mi cuerpo, de repente pasamos al lado un accidente, hay un coche volcado en la carretera. Miro a Dave y me pongo a llorar: «Mira, que le den a lo material, podría haber sido peor». El dinero va y viene y sé que trabajé duro durante meses para estar aquí pero esa era la lección que tenía que aprender. Ni más, ni menos.
Hacen bajar a todos los pasajeros del bus, los registran uno a uno y nada, el ladrón se había bajado (obvio). Algunos me comentan que vieron a alguien sospechoso detrás de mi asiento tumbado. Así es como consiguió robarme por debajo del asiento.
No me puedo creer que tal habilidad exista pero ellos son los expertos, yo la víctima. Lo peor es la negligencia por parte de la compañía ya que el trayecto era directo y no podía hacer paradas por el camino, pero el conductor la hizo para ganar más dinero (o porque está compinchado con los ladrones). Seguramente en la primera hora cuando ya estaba más que dormida fue cuando me robaron, a la altura de Ambato, a una hora de Baños, desde donde salimos.
Viajamos con la Cooperativa Baños y la verdad es que el trato por parte del chófer no ha sido nada nada agradable. Insinúa varias veces que por qué llevaba cosas de valor arriba y no lo había dejado en la bodega, que me estaba inventado que me habían robado y que él tenía prisa y que sería mejor que el bus continuara su camino y nosotros cogiéramos el siguiente mientras poníamos la denuncia. ¿Qué me estás contando? ¿Me han robado en TU autobús y quieres que me vaya en el siguiente y que encima lo pague? No, gracias.
Ponemos las denuncias correspondientes y a este hombre se le abre un expediente (supuestamente) por parar donde no tenía que parar y por querer irse y dejarnos ahí en la comisaría. Espero que se avergüencen los padres que le han criado y la gente que le conoce. Solo sé que el karma existe, y a las personas involucradas en todo esto ya les llegará en su debido momento.
Reflexión viajera
Cuando viajas crees que tu todo son los bienes materiales; el portátil con el que trabajas, el pasaporte sin el cual no puedes moverte, ese dinero que intercambiar y esa cámara preciada con la que retratas la realidad que presencian tus ojos. Al fin y al cabo eso y tus bragas sucias son las que llenan esa mochila roja que, a ratos parece embarazarse y en la que a ratos te sorprende que aún quede espacio.
Pero amigos, eso no lo es todo. No he perdido todo, para nada. He ganado más bien. He ganado sabiduría y he aprendido a valorar de la forma más drástica y con el golpe más duro que el dinero importa una mierda. Con ese dinero no puedo comprar todos los amigos que he hecho por el camino, todas esas personas que nos han alojado durante estos dos meses, que nos han enseñado parte de su cultura, NO.
No puedo comprar experiencias, esas son gratis y además las más bonitas, sin duda. No puedo comprar aprender quechua con una familia tradicional en Huarás, en los puros Andes peruanos.
No puedo comprar la sonrisa de los niños del Rimac al pintar, al crear arte. No puedo comprar esa vez que hicimos dedo en Ecuador y la señora nos hizo un tour por el camino (400 kilómetros) porque teníamos que conocer su país. Tampoco puedo comprar todos esos bellos paisajes que hemos visto, desde desiertos, a playas, a montañas de 4.000 metros pasando por ciudades emblemáticas y llenas de energía.
Da rabia quedarte sin ese supuesto todo que clasificas como valioso e imprescindible, sí, da mucha rabia. Está fuera de tu alcance y por eso mismo te sumes en un círculo vicioso de culpabilidad y juicio.
¿Y si hubiese cogido otro bus? ¿Y si me hubiese sentado en otro asiento? ¿Y si, y si, y si…? ¡¿Qué arrogancia pensar que tu todo son solo cosas, acaso no me enseñó el budismo a no apegarme a lo mundano?!
Pero salgo del círculo y veo que estoy viva, que estoy de viaje, que estoy AQUÍ y AHORA. No ha sido fácil llegar hasta aquí y esto no me va a parar. Sigamos explorando, es lo mejor que sé hacer.
Tu todo no son las cosas que tienes sino lo que vas creando por el camino.
Como dices lo material va y viene
nunca pero nunca olvides esa frase
Gracias por tu comentario, tendré muy presente esa frase =)
hola, este post me sirvió de mucho en el dificil momento que afronto, mi casa se me inunda por un problema con las tuberias de aguas negras cada vez que llueve, tengo 4 dias en esto, sacando agua hasta el cansancio y viendo como los muebles y algunas cosas se dañan, vivo solo pues mis padres ya fallecieron y creo que esto es lo que mas afecta el sentimiento. Me afecta mucho perder mis cosas. Vivo en Venezuela donde lamentablemente pagar por cualquier reparación de albañileria se hace a un costo astronomico. Me siento full depre no tengo el dinero, pero estas palabras me ayudaron a sentirme un poco mejor y ganar animo, saludos.
¡Hola, Ángel!
Siento leer todo lo que te ha pasado y me alegro de que mis palabras te hayan servido de algo. ¿Puedo ayudarte? Todavía tengo a gente viviendo en Venezuela y quizás encontremos la manera de solucionar tu situación.
Un saludo y, ¡mucho ánimo!