Transilvania viva: Cluj Napoca y su magia
Rumanía es un país muy especial para mí, tanto que he vuelto dos veces desde la primera vez que la conocí. Sobre todo a Cluj (antigua capital de Transilvania), esa ciudad estudiantil y llena de vida en la que viví un mes y medio y en la que dejé a tanta gente bonita y especial.
En general no suelo volver a los lugares que ya he visitado, sobre todo en los que construí algo o forjé amistades duraderas porque las memorias se quedan flotando por la ciudad; en sus cafés, en sus bares y plazas, pero la gente que compartió esos momentos contigo ya no está allí. Y se me torna melancólico recorrer sus callejuelas y visitar los mismos lugares. Se me revuelven los sentimientos así que prefiero dejarlos allá en mis memorias, en el sitio más seguro que conozco.
Ese no es el caso de Cluj, donde tengo un grupo de amigos con el que tuve la suerte de organizar un congreso de liderazgo juvenil a nivel europeo allá por 2011. Un congreso en el que compartimos muchas risas, momentos duros a nivel logístico y de organización y conseguimos superarnos día a día. Construimos juntos algo en lo que creíamos y que nos movía por dentro, y eso une y mucho.
Alrededores de Cluj: turismo de naturaleza por Transilvania
En este último viaje a Cluj, pudimos visitar los alrededores de Cluj con calma y disfrutar del buen tiempo de Rumanía en verano. Fue un viaje de último minuto no, de último segundo, tanto que en el aeropuerto de Madrid es cuando avisé a mi amiga Laura de que llegaría al día siguiente.
Y como a veces las amistades bellas y los destinos se encargan solitos de crear la situación perfecta; ella nos encontró una casita con patio donde desayunar todas las mañanas, mientras volábamos por los cielos alemanes. No solo eso sino que Laurita fue una anfitriona de las que ya no quedan y nos acompañó a ver las afueras de Cluj y se aseguró de que nos enamoráramos de Rumanía aún más (en mi caso, de nuevo).
Las ruinas de Trascăului Citadel
«Nos vamos a la montaña, poneos ropa cómoda», nos dice Laura y allá que vamos. No sabíamos mucho más, solo que teníamos que dejarnos llevar. Tras las lindas montañas rumanas que vamos, disfrutando del verde y de música de la buena, para llegar una hora después a Rimetea.
Rimetea es un pueblo muy lindo pero más linda es la caminata que nos lleva hasta la cima de su montaña, coronada por las ruinas del castillo Trascăului. Cuesta un poquito subir con el calor del mes de julio pero llegamos a la cima sin mayor dificultad.
Además, parando a cada rato, a hacer fotos de lo que a una le gusta por el camino; como mi padre bien me ha enseñado, hace que el camino sea mucho más ameno.
Las vistas desde arriba son una maravilla y es el lugar perfecto para desconectar y disfrutar de la naturaleza.
Piatra Secuiului es la montaña que se vislumbra a lo lejos y, ¡menudo mastodonte de montaña! Sonríe como queriendo ocupar todo el horizonte de nuestra visión, orgullosa ella de su figura.
Allí sentadas, hablando de todo y de nada, conversamos sobre la vida, sobre los amores y lo necesario de estar conectados con la naturaleza. Respiramos, sonreímos y bajamos sin prisa.
La Transilvania rural: el pueblo Rimetea
En el pueblo Rimetea, como en muchos lugares de la Transilvania rural, y en general por toda Rumanía, se puede comprar todo tipo de comida casera, como mermelada y miel. Es algo que me encanta del país, que en la época de octubre empiecen a hacer conservas de todo tipo para guardarlas y tenerlas durante todo el año.
Es tan típico que los buses se llenan de mermeladas, miel, zacusca (una especie de pisto que se unta en el pan) que los padres mandan a los hijos que estudian lejos de casa, paquetes llenos de felicidad casera que esperan ansiosos.
Aprovecho para retratar las singularidades de la zona; las matrículas de un tractor por ejemplo o esas casitas que comparten un patio trasero para las labores del campo.
Después de la caminata llenamos la tripa con «un poquito» de comida rumano-húngara (la zona de Transilvania tiene una clara influencia húngara) en el restaurante Conacul Secuiesc (Mansión Szekelyko).
Y como queríamos llevarnos algo de vuelta, paramos en una fábrica de quesos de la que importamos toda clase de quesos a España; ahumado, tipo parmesano, blandito… Ya sabes, solo por si se nos olvidaba el sabor.
Más sobre Cluj –>> Por qué Cluj es tan especial para mí
Más de Transilvania: El lago Gilău
El último día, cuando ya pensábamos que el viaje no podía mejorar, va Laura, nos recoge en coche y nos dice que nos vamos a las afueras de Cluj de nuevo.
«Nos vamos a comer por ahí». Y de repente estas vistas, así sin avisar.
Sin presentaciones. Sin más.
Con la magia de estar a gusto en el momento.
Con la magia del amor y las amistades verdaderas que te hacen sentir viva y auténtica.
Con la magia de un viaje inesperado, no pensado ni planificado.
Con esa magia, tan incrustada en mis entrañas, descansada tan dentro de mí, así, posada tan a gustito.
Bonus de Transilvania: Electric Castle Festival (la cosa va de castillos)
En verano Cluj es referente nacional a nivel musical. Su ciudad y alrededores se llenan de conciertos de distintos estilos; indie, techno y jazz, y reciben a miles de jóvenes de todas partes de Rumanía y Europa.
Nosotras fuimos al Electric Castle Festival (EC) que tiene lugar en las ruinas de un antiguo castillo llamado Banffy en el pueblito de Bontida, a una media hora de Cluj; un festival electro indie lleno de magia, colores, actuaciones y sorpresas. Lo que no es sorpresa es que siempre llueve, así que ¡prepara las botas y el chubasquero!
¿Ya entendéis por qué me gusta Cluj y Transilvania, en general?
¡Qué lugar tan bonito! Es verdad, yo creo que podría volver a Rovaniemi, donde hice mi Erasmus hace 10 años, y ya nada sería igual como lo ví en 2008, aunque es bonito conservar las amistades y hacer reuniones de último minuto.
Pues sí, tiene sus ventajas y desventajas, ¿no? Lo que está claro es que conversar esas amistades es bien bonito.
¡Un saludo, Sara!