Cuenca: los queridos Andes, de nuevo
Del calor de la urbe de Guayaquil nos vamos a Cuenca, una ciudad más pequeña y menos caótica, donde la tranquilidad viene a visitarnos, o la visitamos nosotros mejor dicho. Bailes tradicionales, trajes preciosos y gente bonita, sonriendo por todas partes. Se nota que estamos en los Andes, de nuevo.
Ha pasado el tiempo suficiente desde que estuvimos en Huarás en Perú, ya echábamos de menos la serenidad de estos pueblos andinos. Será la mezcla de esa cultura arraigada a la naturaleza y la fuerte conexión entre los suyos.
Será la risa de un niño indígena, que juega con sus hermanitos, corriendo por la plaza del barrio mientras los estandartes de las fiestas se levantan con orgullo. Serán esas trencitas que llevan las mujeres y que en ocasiones les llegan a la cintura. Hay algo que une a las culturas andinas de una manera muy especial, a pesar de los kilómetros de distancia que los separan.
Fiestas de Cuenca en noviembre
El día 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, el 2 el Día de los Difuntos y el día 3, el de la independencia de Cuenca. Varios días en los que la ciudad se engalana y disfruta, sonríe y comparte su pasado.
Cuenca tiene ese toque romántico, acogedor, de una ciudad que sigue respetando las tradiciones indígenas y a la vez se adapta al presente. Solo he conocido el norte de los Andes, desde Perú, pero podría arriesgarme a decir que todas las ciudades de la espina dorsal de Latinoamérica comparten ciertos rasgos. De norte a sur, desde Mérida en Venezuela a Huarás en Perú.
Esa tranquilidad y amabilidad. Esas tradiciones, festivales y sonrisas. Esa alegría invadida de orgullo lugareño. Esos bailes con estilo, esos colores que todo lo inundan.
Caminamos por la ciudad con la seguridad de que es una de las más bonitas de Ecuador. Y lo sabe, la muy presumida.
Pasamos unos días de borrachera de jugos de frutas tropicales y colada morada, un postre hecho con frutas. Se suele tomar en estas fechas acompañado con la guagua de pan, un pan dulce. Guagua significa bebé o niño en quechua. De hecho, muchas palabras en este idioma se forman a partir del sonido que se relaciona con esa palabra; en este caso del sonido que hace el bebé al llorar.
Ya empachados nos vamos a El Cajas, un paraíso a 3.900 metros lleno de lagunas que compiten entre ellas por ser la más bella. Una ruta preciosa entre frailejones a medio crecer en la que descubro que a mi espalda no le gusta la altura. Pero bueno, ¡seguiremos andando!
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