No suelo escribir sobre viajes pasados, al menos no cuando ha pasado un tiempo prudencial en el que lo que sentí en ese momento ya ni siquiera puedo rozarlo con la yema de los dedos.
Pero a veces me pasa que hay historias y anécdotas que no cuento porque las doy por sentado (muy mala costumbre la mía) o porque ya siento que en este mundo tan saturado de información no necesitas que Alba Luna te venga a hablar por enésima vez de Cartagena, una de las perlas del Caribe colombiano.
Pero pasa con Cartagena que uno de estos días iba en un bus de Madrid camino a Barcelona y resulta que no había WIFI. Mi primera reacción fue cagarme en todos los empleados de la empresa (qué culpa tendrán, por cierto) pero luego fui yendo capa por capa de mi enfado y llegué a un álbum de fotos de mi ordenador del que empecé a desgranar recuerdos a través de colores. A través de callejuelas, de agua de coco y gente amable.
Y…
res-
pi-
ré.
El circo turístico de Cartagena de Indias (Colombia)
Una no puede sino sentirse un poco títere en toda la obra que hay montada en Cartagena de Indias. Lugar idílico, de cuento, amueblado para el cómodo ojo occidental. Demasiado tranquilo para ser verdad. Demasiado poco caótico para ser Sudamérica.
Lo cuentan con más detalle mis amigos de Un poco de Sur: El infierno de Cartagena.
Por un momento las fotos me llevaron a visitar de nuevo Manila a través de ojos lejanos, unos ojos que tras hallar varios rasgos en común, empiezan a comparar.
Intramuros es en sí, otro lugar recreado de lo que un día fue esa parte de Manila.
La gente de Cartagena de Indias, ¿quién habita sus calles?
Entonces pensé. Mucha gente ya ha hablado de Cartagena; de su ciudad amurallada, de sus casas coloridas, de su vida nocturna, de su calor caribeño. De su catedral, de su castillo. Pero… ¿alguien habrá hablado de los personajes que conforman Cartagena?
Y de esa pregunta sin respuesta, nació este artículo.
Quiero dedicar un espacio a la gente que habita Cartagena de Indias (aunque en la ciudad amurallada pocos lugareños viven ya), a la que se levanta a diario para buscar nuevas oportunidades y reinventarse.
A la que busca y encuentra, o no, pero lo sigue intentando.
Porque en Cartagena hay más vida allá de la ciudad amurallada y de hecho, os invito a que también la incluyáis dentro de la experiencia (en mi caso, tiré de Couchsurfing y viví unos días con una familia cartagenera).
Sin más dilación, adentrémonos en la vida de la gente que recorre las calles de Cartagena de Indias a diario; paseemos con esos personajes de Cartagena, desde el que despacha cocos a las palenqueras, pasando por el que vende minutos.
Los señores que venden coco a (casi) todas horas
Con una sonrisa escondida. Con lo poco que cuesta pero lo bien que sienta (eso sí, el de la derecha no tenía muchas ganas ese día).
Y el que posa para mí sin quererlo al lado de un puesto de cocos.
Las palenqueras
Las palenqueras son señoras originarias de San Basilio de Palenque, el primer pueblo en independizarse del yugo español. Venden frutica variada y si no les compras, no hay foto.
Consideradas las flores de la Muralla de Cartagena, las palenqueras se han convertido en un símbolo del patrimonio cultural de Colombia.
Y por esa razón tienen la gran habilidad de esconderse detrás de las frutas.
Y de acompañar su jornada con una canción de vez en cuando, para que la fruta sepa mejor y así atraer a más clientes.
Para entender y saber más sobre San Basilio de Palenque y los palenqueros, te recomiendo que empieces por este video: Palenque, un pedazo de África en Colombia. Se centra en la vida típica del palenquero: de sus costumbres, de su música y de su gastronomía (cocoooooo). Por algo Palenque es el primer pueblo libre de América.
El vallenatero
Que lleva su acordeón allá donde vaya para deleitarnos con música 100% colombiana. Siempre preparado para una rumba.
El que vende minutos
En la parte norte de Sudamérica (no he estado en el resto, no sé si es igual) existe un trabajo que es vender minutos desde un móvil que, a veces atado a una cuerda, te sirve para llamar a un amigo, al trabajo o a esa cita a la que no llegas.
Al lado del limpiador de zapatos. Por si, ya que llegas tarde a la cita, quieres llevar los zapatos limpios por lo menos.
La gente que se sienta a observar y hablar
En las plazas. En sillas de plástico. En lo que sea y donde sea. Hace 30 grados y una humedad del 90%, se lo merecen.
Y ahora sí, sus callecitas de colores, sus placas bonitas y su orden desordenado.
A veces, en los viajes y en la vida, hay que tomar perspectiva y ver las cosas de lejos para apreciarlo y saber sacarle sus detalles.
Si viajas a Cartagena, llama a la puerta. Seguro que te abren.
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¿Quieres viajar más por Colombia?
Sigue por aquí:
- Mini guía para viajar por Colombia (muy personal y totalmente basada en mis gustos, como siempre).
- El Carnaval de Barranquilla o cómo hacer Couchsurfing con unas 30 personas que no conoces en poco menos de 80m2 (¡y disfrutarlo al máximo!).
- Palomino, ese lugar de ensueño más allá del Parque Tayrona. Sí, hay más vida después de ese archiconocido parque colombiano. Mucha vida.