Lima como familia lejana
Lima bien merece una visita pero rápida, como esa que haces a los familiares a los que no te apetece ver y vas por compromiso. Desde que entras a la urbe su olor a gas recalcitrado te recuerda que estás en una ciudad enorme con una contaminación que se come a lo que encuentra por el camino. El ruido incesante te acompaña en tu día a día sin tregua.
Según vas llegando desde el aeropuerto lo único que ves son industrias y edificios grises, que no te invitan a conocer más pero afortunadamente hay más que ver en Lima. Una vez dentro te engulle, te hace ir a su ritmo; corriendo de un lado a otro, esquivando coches, motorizados, tuk tuks latinos y todo tipo de bicho sobre ruedas. Es lo que tienen las grandes ciudades, o te las comes o te comen.
El centro histórico de Lima y sus balcones
Es difícil pasar inadvertida. Una vez en el centro histórico en la calle principal hay varios hombres que se empeñan no sé por qué en vendernos marihuana o en que nos hagamos un tatuaje. Será quizás porque soy rubia, será porque me veo muy «gringa». Sea como sea soy un objeto exótico digno de miradas indiscretas.
A primera vista Lima no es bonita pero si te adentras en sus entresijos, puedes encontrar alguna que otra joya. Si miras más allá, hay unos balcones descuidados y olvidados en el tiempo que te cambian la escena.
Me recuerdan un poco a los de La Laguna, en Tenerife, donde empezó el estilo llamado colonial que sirvió de modelo para muchas de las urbes que nacieron en América.
La ironía cuando te adentras en la Plaza de Armas es que Lima no es colonial pues la mayoría de los edificios que adornan la plaza fueron construidos en los años 30.
Solo se conservan de la época colonial la fuente (pilón) y un edificio llamado la Casa del Oidor, conocidos así a los magistrados que administraban justicia, cuyo trabajo era escuchar las quejas del pueblo.
Lo curioso de la fuente es que los animales representan la sumisión del pueblo ante la soberanía española; el animal que somete es el león representando a la corona y el sometido es el pueblo inca. Como siempre dando la nota…
Seguimos andando, en esta ciudad gris en la que los colores latinos no brillan tanto como he visto en otras, el clima frío de la época no le deja presumir como se merece.
Puestos de comida callejera en Lima
Como decidimos comernos la ciudad en vez de que nos engulla ella, degustamos todo lo que encontramos por el camino. Los puestos callejeros llaman mi atención, en cada esquina veo una nueva oportunidad para conocer la gastronomía peruana de cerca, como debe ser.
Ají, sopa de gallina, seco, ceviche… Degustando el país me sigo adentrando en el jaleo de esta ciudad que va siempre con prisa. Esta capital, reflejo de su carácter inmigrante donde gente de todas partes del Perú vienen a seguir un ritmo de vida agotador.
¿Con qué me quedo de Lima?
Pero si me dices que tengo que elegir algo de esta ciudad, me quedaría sin duda con el candor y la sabiduría de la abuela, nuestra abuela peruana. La abuela de nuestro anfitrión de couchsurfing, una señora amigable, tranquila y hogareña que nos recibió con una sonrisa de paz, de calma. Su risa amigable hizo más placentera mi estancia y con ella me quedo, para seguir conociendo Perú.
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Descubre las dos caras de Lima, la cara A con sus cerros y zona más desfavorecida
y la cara B con sus barrios de Miraflores y Barranco, los más alternativos.
jajaja, que ganas de NO ir a Lima. Pero que rico el ceviche.
🙂
Jajaja pero dije cosas cheveres también =) Pero, sí, es una ciudad de paso y si no pasas, pues también. Jajaja