De Jodhpur a Jaipur
Me encontraba en Jodhpur, tras haber terminado el curso de meditación de diez días y explorado la ciudad estaba lista para descubrir otro bello lugar de la geografía india: Pushkar. Jaipur también estaba en mi ruta pero no pensé que llegase tan pronto.
Mi idea es pasar unos días en Pushkar y luego ir a Jaipur a reencontrarme con una amiga para ir al festival de literatura. Sin embargo, el destino tenía otra aventura preparada para mí. Salgo del hotel y me voy en tuk-tuk a la estación, en uno muy decorado por cierto.
Corro para coger el autobús porque bueno nunca se sabe cuándo pasará el siguiente… Subo y busco mi asiento pero está ocupado. Intento poner la mochila en el compartimento pero no cabe. Un chico que está dos filas más atrás me ayuda a dejarla en su compartimento y me invita a sentarme a su lado. Bueno, ha sido amable así que me sentaré con él.
Mi nuevo amigo bollywodiense
Tiene unos treinta años, gafas de pasta, con un toque bollywodiense pero aún así inspira cierta confianza. Aunque hablando con él ya empiezo a pensar en las malas noticias que salen en la tele sobre la India, paso y me centro en la conversación, en saber más sobre la cultura en la que estoy.
Hablamos sobre las costumbres de India, sobre el festival de literatura al que iría unos días después, sobre amor y temas varios. Resulta que ha sido cantante para alguna película de Bollywood, incluso me deja escuchar algunas de sus canciones. Es muy servicial conmigo tanto que empiezo a sospechar un poco. ¿Quiere ayudarme o algo más?
En el camino Rahul me convence para que vaya a Jaipur porque es el festival de las cometas y es sólo hoy y es muy divertido. Yo no sé qué hacer porque ya tengo reservado el hostal en Pushkar.
—Además puedes venir a mi casa y comer comida india de verdad. ¿Suena bien, no? Se ofreció a llevarme más tarde a la estación para coger el bus a Pushkar, a donde tenía pensado ir.
—Vale, está bien. Voy contigo—contesté. Al fin y al cabo no todos los días se conoce a una familia india.
Paramos unas cuantas veces en pueblos de la zona y mis ojos sorprendidos se pierden entre tanto color. Que si sube un señor con turbante y bastón, que si señoras con sharis cubriéndoles el cuerpo y niños por todas partes.
Llegó un punto en el que pensé que ya no cabía más gente en el autobús. Pero yo misma me contesté: «ilusa, siempre hay hueco para alguien más en Asia…»
Esa mañana había dejado Jodhpur con el festival de musulmanes, con fieles desfilando orgullosos por todas partes con banderas de media luna y ahí estaba yo en el día Sankranti en Jaipur.
En un solo día distintas culturas, en un mismo país. Diversidad al máximo. Por eso me encantas, India. Tan diversa, tan especial y única.
Rahul me dice entusiasmado que quiere que yo vea las cometas volar, que es impresionante ver a los niños subidos en las azoteas de las casas y volando cometas.
—Pero no creo que lleguemos a tiempo, está empezando a anochecer ¿no?
—Sí, sí, no te preocupes que llegamos.
Llegamos a otra estación, cogemos el siguiente autobús. Nos quedan dos horas de camino y el sol está empezando a esconderse.
Yo ya digo que tenga que ser lo que sea…me da a mí que cometas ya no veo. Por el camino empiezo a ver niños con sus cometas de colores, surcando los cielos.
Y empiezo a sonreír, simplemente por estar ahí, por ser testigo de algo que una vez leí en un libro. Y ya no me importa si llegamos tarde porque estoy aquí y ahora y para eso nunca es tarde. Por fin llegamos, cogemos un tuk-tuk y me lleva a su casa, con su familia.
«Quiero que les conozcas, quiero que conozcas a una familia india», me repite. Por el camino observo las cometas volar, algunas tienen hasta luces que se mezclan con las nubes de la noche y eso hace el momento más especial.
También hay fuegos artificiales por todas partes. Sin embargo, no se me había pasado por la cabeza lo que iba a pasar instantes después. Entramos en la casa y me presenta a la familia. Minutos después, no me digáis cómo, me encuentro rodeada de toda la familia, en círculo, observándome, como si fuese un animal exótico o una alienígena recién aterrizada.
Me traen comida y té masala pero la situación no mejora. Ahora no solo me estaban mirando sino que me estaban mirando mientras comía. Yo comiendo zanahoria Halwa, un postre riquísimo hecho a base de zanahorias y mucha azúcar y unas siete personas mirándome, observándome. Yo no sabía dónde meterme.
Imaginaos la siguiente escena: yo sentada en la cama de una habitación, en el centro y alrededor de mí la familia entera observándome. Rahul a mi derecha, su padre y su madre enfrente, su tía, su hermano y sus sobrinos. Todos mirándome, algunos tímidos por preguntar pero no por mirar. La madre y la tía cuchicheaban y me miraban y yo pensando ¡ey, que estoy aquí, os estoy viendo!
Yo diciendo Alba, dónde te has metido, seguro que si te quedas aquí a dormir (Rahul me ofreció quedarme) al día siguiente me levanto con un anillo en la mano y me quedo casada en India, para la eternidad.
Esto es una trampa para preparar una boda de conveniencia y aquí me quedo… Yo me decía a saber qué están hablando los padres entre ellos, quizás estén analizando si soy buena esposa para su hijo y estén contentos por haber encontrado por fin una moza para el muchacho.
Pero bueno me quedo con el hecho de que fueron muy serviciales y simpáticos conmigo aunque no me digáis que la situación no fue extraña cuanto menos.
En un principio Rahul me dice que me quede en su casa a dormir, que ya se ha hecho de noche.
De repente empieza a hablar con sus padres y al rato me dice que han pensado que yo soy una huésped especial y que su casa no está a mi altura (esto suena un poco raro/excusa).
Yo le digo que a mi no me importa dónde dormir pero ya sé por dónde está yendo. Creo que desde el principio me ha estado mintiendo pero él me dice que no me preocupe que conoce un hotel cerca y que me va a llevar.
Yo estoy un poco confusa no sé por qué me ha dicho que me iba a dejar dormir en su casa cuando era que no… y después hablando con Vandana, mi mejor amiga india me dice que no es normal que un indio invite a una chica a su casa a dormir y menos siendo extranjera.
Los padres seguramente no lo vieron bien. Con las mismas me fui al hotel y dormí, llamé a mi amiga y le conté toda la historia rara que me acababa de ocurrir.
—¡Qué raro suena! pero bueno por lo menos estás a salvo.
—Pues sí…
Al viajar uno debe amoldarse a las circunstancias pero sobre todo, sobre todo, seguir tu instinto. Todos tenemos uno, simplemente hay que saber escucharlo. Si no tienes dudas, sigue adelante, las aventuras siempre empiezan con la incertidumbre.
¡Namaste!
Un jueves de estos me da un infarto